2 de octubre, no se olvida: A 54 años de la masacre de Tlatelolco, en 1968
octubre 3, 20222 de octubre, no se olvida: A 54 años de la masacre de Tlatelolco, en 1968
Un día como hoy, hace 54 años, el ejército mexicano asesinó a decenas de personas en la Plaza de las tres Culturas, en Tlatelolco. Hoy se recuerda esta tragedia, para que nunca muera en la memoria de los mexicanos
En la tarde escampó, después de un día de lluvias aciagas que parecían eternas. Era un octubre lluvioso en la Ciudad de México, y los nubarrones indecisos en el cielo presagiaban aguaceros fatídicos en el corazón de los capitalinos.
Pero eso no impidió que los estudiantes se congregaran en la plaza, como mariposas arrastradas por el mismo viento de presagios en el que se percibía la inminencia de la tormenta. Algunos vestían de blanco, ondeaban pancartas de paz y disidencia; congregados en torno a las piedras húmedas de las ruinas prehispánicas, coronaban sus cabelleras desordenadas con diademas de flores. Habían llegado en contingentes desde Lázaro Cárdenas, desde Reforma y Manuel González, desde Flores Magón. La Torre Latinoamericana apenas era visible en el horizonte desdibujado por las nubes gordas de la tempestad que vendría en unas horas, y que ensombrecería la Plaza de las Tres Culturas a lo largo de aquella noche, y para siempre.
Pero en la Plaza, además de los estudiantes, había también obreros, trabajadores y grupos sindicalistas confiados en la esperanza de un futuro más próspero, séquitos de intelectuales, profesores y académicos que entablaban diálogos acalorados e infructíferos sobre las filosofías del movimiento estudiantil, los capitalismos voraces y las específicas condiciones latinoamericanas que el mesías miope de Marx nunca alcanzó a ver; transeúntes curiosos que no comprendían por qué estaban ahí y qué estaba pasando pero que se quedaron de todos modos, madres de familia con sus bolsas de mandado, vecinos del Edificio Chihuahua que desde sus ventanas atestiguaban las miles de cabezas minúsculas como un mar de vida desbordándose por la Plaza, y niños de todos los días que jugaban desorientados entre el estropicio de los manifestantes que bajo la tarde nublada declamaban los pliegos petitorios a través de sus megáfonos.